“Acércate y deja que la lujuria nos guíe: que huyan los reproches...la
conciencia…la ropa que limita la pasión que nos sonríe, y que quede en el ayer,
toda moral y decencia.
Embriagada de incandescente deseo, mi pórtico se humedece elogiando tus caricias,
pues a merced de tu filosa lengua me arqueo, sofocada por el ardor, que entre
las piernas propicias.
Sáciate del ágape ofrecido al sur de mi vientre.
Deja que se confundan los sentidos burdamente…y toca mis cuerdas, para
producir los gemidos, por tu presteza sobre mi cuerpo de modo inclemente.
Permite, te lo pido, que mi inocencia muera… y que dé tu perversión el
mortal tiro de gracia.
Devórame, cual famélica e indómita fiera, deleitada en poseerme, sin finura
y diplomacia.
Que tu libido sienta urgencia de desvariar conmigo.
Sin peros, ni excusas…No lo pienses…Sólo siente…
Haz que tu boca traiga toda su impiedad consigo y se mezclen mis ganas con
tu veneno de serpiente.
Sométeme al dictado que rigen tus pasiones, y saca a relucir tus bajos y
escondidos instintos, para que te hundas en mí, sin previos guiones, que
necesito hagas tuyos mis secretos recintos.
Ya se acelera sin miramientos la respiración…
Implacables jadeos se desbocan libertados…
Confluencia de almas que paladean sin restricción, la fugaz eternidad de
los orgasmos procurados”
Violeta Whitford/Nicaragua/Perú*06/ago/2018
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